Despedida a las Hijas de la Caridad del Colegio M. Inmaculada de Albacete – 09-09-2024
Con tristeza, y a la vez con alegría, por el tiempo y las vivencias compartidas, hemos despedido a las Hijas de la Caridad del colegio María Inmaculada de Albacete.
La comunidad educativa preparó una Eucaristía de acción de gracias, que estuvo presidida por el administrador de la Diócesis, D. Julián Ros y concelebrada por el padre Joaquín González (Director de la provincia España-Centro), tres Paúles y cuatro sacerdotes diocesanos.
Las tres hermanas que formaban parte de la comunidad estuvieron acompañadas por sor Concepción Monjas (visitadora) y por sor Esther López (consejera de educación). Y por numerosos miembros de todas las ramas de la Familia Vicenciana, amén de muchas otras personas, vinculadas a ellas.
Fue una Eucaristía muy emotiva con momentos especialmente emocionantes.
Para Albacete el hecho de que las hermanas nos dejen representa una gran pérdida. Han sido, por más de cien años, un referente muy importante de la educación en Albacete. Son muchas las generaciones que se han educado con las Hijas de la Caridad y se les echará mucho de menos.
Para la AIC de Albacete, también representa una gran pérdida. Para nosotras las hermanas son, como en su día fue Santa Luisa para ellas (según comentó San Vicente), el espejo en el que mirarnos. Todas ellas son un gran ejemplo de servicio y amor a los pobres «nuestros amos y señores». Han sido nuestras asesoras, guías y consejeras en el día a día y en las misiones conjuntas que hemos desarrollado.
Yo siempre os llevaré en mi corazón. Sois muchas las hermanas con las que, en estos 28 años que estoy en Albacete, he convivido. Muchas habéis dejado una profunda huella en mi vida. Habéis sido las manos del alfarero que han ido puliendo mi basta arcilla.
Siempre estaréis en mi recuerdo y en mi oración. Que Dios os bendiga y os acompañe, por muchos años, en vuestras nuevas misiones.
M. José Ruiz
AIC. M. Inmaculada, Albacete




















San Vicente de Paúl (de ahí el nombre de “misioneros paúles”), a pesar de las comprensibles limitaciones propias del tiempo en el que le tocó vivir (siglo XVII), tuvo un gran aprecio por la comunicación: llegó a escribir más de treinta mil cartas (alguna llegó a su destinatario varios meses después de su muerte). 


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