Etapa de siembra en Los Ángeles de Tomelloso
EL ‘AIRÉN’ DE LA MISIÓN
En el corazón de la Mancha, donde los campos de viñedos se extienden como un mar verde bajo el sol, la variedad de uva “airén” simboliza la resistencia y la fertilidad de esta tierra.
Del 3 al 13 de abril, la misión parroquial en Los Ángeles se convirtió en un terreno fértil para la etapa de siembra misionera. El EMVE trabajó incansablemente para llevar el mensaje de esperanza a cada rincón de la parroquia, con el apoyo y la cercanía del párroco: D. Antonio López.
El equipo misionero, formado por sor María Luisa López Talavera, sor Ana María Manzano, el padre José Luis Castillo, el hermano Paco Berbegal, los incansables Mariví y Juan Enrique en la logística, y el suscribe esta crónica; intentamos hacer posible que cada actividad fuera un reflejo de las virtudes propias del carisma vicenciano.
Por un lado, los encuentros con las personas mayores fueron especialmente conmovedores. Estas personas, que han dado su vida a la tierra y a sus familias, nos recibieron con historias llenas de fe y fortaleza. Tomelloso, a simple vista un pueblo sencillo, esconde en su interior un entramado de cuevas donde antiguamente se elaboraba el vino en las casas. Este subsuelo, lleno de historia y tradición, nos recuerda que la buena gente tomellosera guarda la verdadera riqueza en lo profundo.
En otro caso, los jóvenes, con su espíritu solidario, prepararon el viernes 4 de abril una vigilia teatralizada sobre la Pasión del Señor, infundiendo alegría y emoción a todos los presentes. Este gesto mostró que la fe puede vivirse con entusiasmo y que la juventud es un motor de esperanza para la Iglesia.
Con todo ello, estuvimos atentos a las visitas a las comunidades familiares, unas quince, descubrimos una fe compartida entre personas de todas las edades y condiciones.
Agradecemos al pueblo tomellosero su trabajo y dedicación a la tierra para que siga dando fruto desde un enraizamiento fuerte y profundo.
Por nuestra parte, confiando en la buena acción de la providencia divina, sigamos rezando y trabajando para que surjan nuevas vocaciones en nuestra comunidad apostólica y cuidemos los nuevos brotes verdes para que sean buenos y santos misioneros dando un fruto agradable al corazón de Cristo.
Josico Cañavate, C.M.



















San Vicente de Paúl (de ahí el nombre de “misioneros paúles”), a pesar de las comprensibles limitaciones propias del tiempo en el que le tocó vivir (siglo XVII), tuvo un gran aprecio por la comunicación: llegó a escribir más de treinta mil cartas (alguna llegó a su destinatario varios meses después de su muerte). 


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