Perfil del Laico Vicenciano
A veces, al leer el Nuevo Testamento, es importante que dejemos a un lado los modelos de pensamiento y la perspectiva teológica del siglo XXI y que entremos en la cosmovisión religiosa y social de los autores del siglo primero que compusieron el Nuevo Testamento. Ciertamente, para nosotros que vivimos en una iglesia muy jerárquica, no siempre nos es fácil valorar la importancia del papel de los laicos en la Iglesia primitiva, aunque lo hayamos leído una y otra vez en el Nuevo Testamento. Quizás esto es aún más verdadero con relación al papel de las mujeres laicas. ¿Con qué frecuencia nos acordamos de Tabita que, según nos dice el Libro de los Hechos (9, 36), “repartía muchas limosnas y hacía obras de caridad”? ¿Hemos oído hablar alguna vez a alguien de María, la madre de Juan Marcos, cuya casa se usó en Jerusalén como lugar de encuentro para la oración, según también narra el Libro de los Hechos (12,12)? La mayoría de nosotros recuerda, pienso, a Lidia, la comerciante de púrpura de la ciudad de Tiatira (Hechos 16, 14); pero ¿recordamos que fue en su casa donde Pablo y Silas se reunían con los cristianos de esa ciudad? Sospecho que casi nadie se acuerda de Febe, a quien Pablo describe como diaconisa y a quien alaba por haber sido de tan gran ayuda para muchos, incluyéndose él mismo (Rom 16, 1-3). Ciertamente todos nosotros recordamos bien a Maria Magdalena, pero ¿cuándo recordamos que en el evangelio de Juan el primer evangelizador no fue Pedro ni Juan, ni otro apóstol, sino la misma María Magdalena, quien anuncia a los apóstoles: “He visto al Señor” (Jn 20, 18). El Nuevo Testamento menciona a otros muchos laicos, hombres y mujeres, a quienes, en su mayoría, ampliamente hemos pasado por alto en el curso de historia.
Cuando encuentren a alguien que duda de la importancia del laicado en la vida de la Iglesia, anímenle a leer con atención las cartas de Pablo y el Libro de los Hechos. Esto debiera disipar rápidamente sus dudas. Quizás la prueba más llamativa de todo el Nuevo Testamento sea una afirmación que hace Pablo sobre Prisca y Aquila. Pablo dice que todas las comunidades gentiles estaban en deuda con este matrimonio (Rom 16,4) Sería difícil encontrar mayor alabanza que ésta.
Déjenme decir una breve palabra sobre estas dos grandes figuras. Aparecen en el Nuevo Testamento en cuatro ocasiones. ¿Qué conocemos de ellos? Sabemos que fueron:
- misioneros laicos
- un matrimonio,
- judíos convertidos al cristianismo,
- expulsados de Roma durante la persecución de Claudio
- que vivieron exiliados en Corinto,
- trabajaban como tejedores de tiendas (la misma ocupación que tuvo Pablo),
- hospedaron a Pablo, recibiéndolo en su casa;
- que fueron sus compañeros de misión en Éfeso y fueron, por cierto, los fundadores de la iglesia en esa ciudad.
- arriesgaron sus vidas por la seguridad de Pablo,
- hospedaron a la Iglesia local en su propia casa (un hogar – iglesia);
- que fueron catequistas del gran misionero Apolo
Pablo y Lucas consideraban a este matrimonio como excepcionales misioneros. Aparecen en la carta a los Romanos (16, 3), en la primera carta a los Corintios (16, 9), en el capitulo 18 de los Hechos (18, 2; 18, 26) y al final de la segunda carta a Timoteo (4, 19). Priscila, a quien Pablo llama Prisca, es mencionada en dos ocasiones por delante de su marido. Esto parece ser un indicio de que ejerció un papel más importante que el de él en la actividad misionera de la Iglesia primitiva.
El papel de los laicos no se terminó, ciertamente, con el Nuevo Testamento. Hombres y mujeres laicos han tenido una influencia muy importante en muchos de los grandes movimientos espirituales de la historia de la Iglesia. En los siglos tercero y cuarto, la mayoría de los padres y madres del desierto fueron laicos. En la tradición mística de los siglos XII y XIII, muchas mujeres laicas, como Juliana de Norwich, jugaron un papel fundamental. Y, como todos ustedes recuerdan, en tiempo de San Vicente, Madame Acarie, madre de seis hijos, fue una de las personas más buscadas como guía espiritual de aquella época.
¿Cuál será el perfil del laico vicenciano del siglo XXI? Éste es el tema del que me ha pedido que les hable hoy. Ciertamente, sabedor de cuán a menudo nos sorprende la historia, no puedo prever fácilmente lo que realmente será. Por eso, permítanme ofrecerles hoy unos pensamientos sobre lo que yo espero que sea. En cierto sentido, lo que les ofrezco es un perfil “ideal” del vicenciano del siglo que tenemos delante. Puesto que hablamos tanto de hombres como de mujeres, alternaré el género al describir estas características.
Características del laico vicenciano del siglo XXI
Él será profundamente laico.
El siglo XXI verá, sospecho, la floración de la vocación laical en la Iglesia. Los laicos, por el mismo hecho de ser laicos, tienen un papel especial que jugar en la evangelización del mundo de la cultura, la política, la economía, las ciencias, las artes, la sociedad, la vida internacional y los medios de comunicación. Hoy, inspirados por documentos como Evangelií Nuntiandi (1975) y Christifideles Laici (1988), los laicos, hombres y mujeres, ejercen en la Iglesia una variedad de ministerios muy amplia. Estos ministerios ya se mencionaban hace 27 años en la Evangelii Nuntiandi (Evangelii Nuntiandi, 73). Los laicos ejercen de encargados de comunidades, grandes y pequeñas, de la Iglesia local, actúan como catequistas, maestros, presidentes de la oración, animadores de celebraciones de la Palabra de Dios, como ministros que atienden a los enfermos en sus casas y en los hospitales, como servidores de los pobres. En el futuro, también desempeñarán una responsabilidad ministerial creativa en el diseño de sitios web en Internet, en la animación de comunidades locales mediante el canto y el arte, en la planificación y administración parroquial y en la evangelización, directa e indirecta, de otras muchas maneras.
Especialmente, para quienes están casados, es importante recordar el bello término usado por el Vaticano II y repetido por la Evangelii Nuntiandi al describir la familia. A ésta se le llama “la Iglesia domestica” (Lumen Gentium, 11; Apostolicam Actuositatem, 11). La familia, como la Iglesia, es un lugar donde se transmite el evangelio, sobre todo a los propios hijos, y desde el que también se irradia hacia afuera a los demás, especialmente mediante el testimonio de unidad y de amor que la gente ve en una familia profundamente cristiana. Espero que en el siglo XXI, los matrimonios de nuestra Familia Vicenciana vivan como verdaderas “Iglesias domésticas” que irradien la vida de Dios en sus familias y a aquellos a quienes sirven.
Espero que, en el siglo XXI, existan muchas formas de ser vicenciano: que existan políticos vicencianos, economistas vicencianos, médicos y enfermeras vicencianos, maestros vicencianos, jóvenes vicencianos, matrimonios vicencianos: un ejército rico y variado de laicos vicencianos.
Ella será profundamente vicenciana.
La persona laica vicenciana, ideal, del siglo XXI estará profundamente impregnada de nuestra misión y espiritualidad vicencianas. Arderá en su corazón el deseo de ser buena noticia para los pobres y de actuar en su vida como sierva: la evangelización y el servicio, la palabra y las obras. Deseará salir al encuentro de los más pobres de los pobres, quienquiera que sean. Muy probablemente, los más pobres de los pobres del siglo XXI serán las mismas personas que ya eran los más pobres en el siglo XX y que, de hecho, también eran los más pobres en la época en la que se escribió el Libro del Deuteronomio (cf.Dt 16, 11): las mujeres, los niños, los refugiados. El laico vicenciano del siglo XXI buscará ser creativo a la hora de ayudarles en su promoción humana integral: ayudándoles a encontrar alimentación y vivienda adecuadas, atención sanitaria y educación; a escuchar con ellos la palabra de Dios y a compartir con ellos una buena instrucción religiosa y celebraciones llenas de espíritu de oración.
Pero la misión de la persona laica vicenciana del siglo XXI no se basará sólo en eltener una personalidad dinámica; se fundará en una espiritualidad profunda. Como San Vicente, sus seguidores laicos buscarán sobre todo “revestirse del Señor Jesucristo” (Rom 13, 14). No simplemente tendrán conocimientos sobre Cristo; sino que tendrán una experiencia personal del mismísimo Señor y se impregnarán, como lo hizo San Vicente, de las enseñanzas evangélicas fundamentales del Señor, especialmente de la sencillez, que es pasión por la verdad, para que su sí sea sí y su no sea no. Y de la humildad, a la que Vicente llama “el fundamento de toda perfección evangélica y el centro de la vida espiritual”, de forma que puedan reconocer a Dios como el dador de toda gracia, recibiendo sus dones con agradecimiento y distribuyéndolos generosamente a los demás. Y, por supuesto, ante todo, arderán con una caridad práctica y efectiva, haciendo real el evangelio “en palabras y obras”.
Espero que, en el siglo XXI, concretemos con nitidez los rasgos de una espiritualidad laica vicenciana.
Él tendrá una buena educación
Mi padre y mi madre no llegaron hasta la escuela secundaria. Ambos tuvieron que trabajar desde muy jóvenes y, por ello, sólo tuvieron la oportunidad de una breve educación en regla. Pero una generación después, todos nosotros, sus cinco hijos, tuvimos la oportunidad de ir a la universidad; algunos, después de ir a la universidad, fuimos a escuelas de postgraduados. El laico vicenciano del siglo XXI, dentro de una generación, preveo que tendrá una buena educación. Espero que su educación sea integral, que sea una equilibrada y sana mezcla de humanidades, de ciencias y de filosofía y teología.
Así que, en el siglo XXI, preveo que habrá muchos doctores, enfermeras, maestros, abogados, sociólogos, economistas y expertos en ordenadores entre los miembros laicos de nuestra Familia Vicenciana. Serán, ciertamente, mucho más competentes en sus campos de especialización que lo que en esos mismos campos lo puedan ser la mayoría de nuestros sacerdotes, hermanos y hermanas. Será muy importante para nosotros trabajar estrechamente con ellos y confiar en su competencia.
Espero que, en el siglo XXI, atraigamos a laicos muy competentes al carisma de San Vicente.
Ella estará bien formada
Una de mis esperanzas más profundas es que el laico vicenciano del siglo XXI esté muy bien formado. Muchos de nuestros futuros miembros laicos, sospecho, recibirán formación en nuestros grupos de jóvenes. Otros habrán servido en misiones extranjeras a través de MISEVI. Otros habrán pasado varios años en la AIC, la Sociedad de San Vicente de Paúl o la Asociación de la Medalla Milagrosa. Y todos estos grupos habrán reforzado de manera significativa, así lo espero, la formación que actualmente dan a cada uno de sus miembros. Espero que podamos poner buenos materiales de lectura y de trabajo en manos de nuestros miembros para que conozcan a San Vicente, su espiritualidad, su misión, su amor concreto y efectivo a los pobres, así como la historia de las diversas ramas de nuestra Familia.
La persona laica bien formada sabrá combinar la vida familiar con el compromiso activo en favor de los pobres. Progresivamente encontrará el delicado equilibrio y la interrelación entre el trabajo y la oración diarios. Será consciente de que, en una sana espiritualidad vicenciana, la oración y la acción van de la mano. Experimentará que la oración, separada de la acción, puede convertirse en una escapatoria y puede disolverse en una fantasía. Puede crear ilusiones de santidad. Pero, igualmente, sabrá que el servicio, separado de la oración, puede convertirse en algo superficial y tener un carácter ansioso. Puede convertirse en una adicción. La persona laica vicenciana, bien formada, del siglo XXI aprenderá, como San Vicente, a ser contemplativa en la acción.
Espero que, en el siglo XXI, diseñemos programas creativos de formación vicenciana para laicos.
Él estará en contacto directo con el mundo del pobre y contemplará a Cristo en el rostro del pobre.
La persona laica vicenciana del siglo XXI habrá sido evangelizada por los pobres. Tendrá un conocimiento experiencial de los más abandonados. Habrá oído sus historias y habrá sido configurada por ellas. Su experiencia personal del Señor no será una abstracción; al contrario, conocerá a Cristo, especialmente según él mismo se revela en la persona de los pobres.
El documento que dio comienzo a este siglo, Novo Millennio Ineunte (NMI, 49), habla claramente de este desafío: “El siglo y el milenio que comienzan tendrán que ver todavía, y es de desear que lo vean de modo palpable, a qué grado de entrega puede llegar la caridad hacia los más pobres. Si verdaderamente hemos partido de la contemplación de Cristo, tenemos que saberlo descubrir sobre todo en el rostro de aquellos con los que él mismo ha querido identificarse: “He tenido hambre y me habéis dado de comer, he tenido sed y me habéis dado de beber…” (Mt 25, 35-36). Esta página no es una simple invitación a la caridad: es una página de cristología, que ilumina el misterio de Cristo”
Espero que nuestros miembros laicos vicencianos del siglo XXI sean creyentes tan profundos que vean a los pobres en Cristo y a Cristo en los pobres.
Ella estará conectada electrónicamente
Al contrario que la mayoría de nosotros hoy día, el laico vicenciano del siglo XXI estará conectado electrónicamente casi desde su nacimiento. En gran medida, habrá aprendido a leer, a escribir y aprendido matemáticas con la ayuda del ordenador. El correo electrónico será un medio de comunicación que dé por supuesto en su vida. Buscará modos creativos de usar los recursos tecnológicos con el fin de conducir a los demás a trabajar con nosotros en el servicio de los pobres y en la investigación de las causas de la pobreza. Usará el correo electrónico para comunicarse con miembros de nuestra Familia en otros países y otros continentes. Diseñará sitios web atractivos para la gente, sobre todo, para los jóvenes. Al buscar modos de ayudar a los pobres del tercer mundo, inventará programas mediante los cuales los jóvenes de esos países también puedan recibir una preparación en la tecnología del ordenador.
Espero que los laicos vicencianos del siglo XXI diseñen sitios web que ayuden a los pobres y que sean atractivos para los jóvenes.
Él conocerá la Doctrina Social de la Iglesia
A la vez que la Iglesia ha proclamado su enseñanza social de forma elocuente durante el siglo XX, ésta continúa siendo muy desconocida por la mayoría de los creyentes. Espero que el laico vicenciano del siglo XXI asimile esta enseñanza a fondo. Esta enseñanza social tiene una importancia especial para nuestra Familia Vicenciana, pues se centra de modo especial en los más necesitados. De hecho, es el fundamento de la eclesial “opción preferencial por los pobres”. Sugiero que todos los programas de formación vicenciana del siglo XXI debieran impartir una considerable dosis de esta doctrina. Y debiera hacerse presentándola bien, de forma que las personas en formación pudiesen aprenderla y luego transmitirla a los demás. Hace unos años escribí un artículo sobre este tema.
Espero que, en el siglo XXI, algunos laicos vicencianos sean expertos en la Doctrina Social de la Iglesia.
Ella será miembro de un equipo
En nuestra Familia Vicenciana somos llamados no simplemente a servir como individuos, sino como miembros de una familia. En una sociedad caracterizada por el individualismo, es muy importante que todos nosotros – pero sobre todo nuestros grupos laicales, dadas sus grandes cifras- testifiquemos y de algún modo “sacramentalicemos” el espíritu de familia y la capacidad de trabajar en equipo que buscamos transmitir, en vez de proyectarnos a nosotros mismos como individuos.
La persona laica vicenciana del siglo XXI debiera ser capaz de trabajar con otros miembros de nuestra familia, estando a su lado, estando a su servicio, promoviendo sus cualidades y siendo agente multiplicador en medio de ellos. El trabajo en equipo es esencial para el servicio eficaz de los pobres en el futuro.
Espero que los laicos vicencianos del siglo XXI tengan un verdadero sentido de Familia.
Ellos serán laicos de muchas razas
En los últimos años, nuestra familia ha crecido rápidamente y se ha extendido a muchos países de todos los continentes. En el siglo XXI, nuestras reuniones internacionales experimentarán la creciente participación de asiáticos, isleños del Pacífico, africanos y latinoamericanos que estarán junto a europeos y norteamericanos como elementos de una verdadera familia global. Nuestros miembros serán de todas las razas y colores. Personas de piel negra, morena, amarilla, roja y blanca estarán unos junto a otros en proyectos al servicio de los pobres. Se sentarán unos junto a otros para profundizar en las causas de la pobreza. Trabajarán juntos entre sí en misiones laicales patrocinadas por MISEVI. Rezarán juntos y juntos cantarán en celebraciones internacionales de la Eucaristía.
Espero que el carácter multirracial de nuestros grupos laicales vicencianos del siglo XXI sean un signo claro de la unidad del género humano. Espero que esto sea una fuente continua de riqueza para todos nosotros, en vez de ser un motivo de prejuicios.
Ellos serán verdaderamente misioneros
Espero que MISEVI florezca en el siglo iniciado y que la persona laica vicenciana del siglo XXI tenga un punto de vista universal y global. Espero que sepa que, más allá de las montañas que están a su alrededor, existen otras ciudades y otros pueblos donde debe predicarse el evangelio. Que sepa, cuando vea el océano, que sus olas rompen en otros continentes, en otras playas, donde también viven y luchan los pobres. El mismo San Vicente, en una época en la que era difícil viajar y la comunicación era escasa, miraba más allá de Francia, al este y al oeste, al norte y al sur. En el momento de su muerte, su familia ya era bastante internacional. A medida que avance el siglo XXI, cuando los medios de transporte sean aún más rápidos y exista una comunicación casi instantánea, se hará cada vez más ineludible que toda nuestra Familia tenga una visión global. Mientras estoy hablando, es consolador ver con qué rapidez los miembros laicos de nuestra familia en países lejanos están respondiendo a la campaña contra el hambre lanzada al inicio de este siglo y cuántos están manifestando interés en fundar grupos semejantes a MISEVI en sus propios países.
Espero que, en el siglo XXI, el laico vicenciano sepa ser misionero en su propio país y que muchos laicos vayan también a las misiones “ad gentes”.
Descritas estas diez características de los laicos vicencianos del futuro, permítanme, como conclusión, decirles esto. Espero ver un número de santas y santos laicos vicencianos del siglo XXI. Al reflexionar profundamente sobre la vocación del laico cristiano, la Iglesia nos recuerda una y otra vez la llamada universal a la santidad, la llamada universal a la misión, la llamada universal a construir la civilización del amor. Y por ello, hoy les digo a ustedes: espero que el laico vicenciano del siglo XXI enseñe mucho más con su testimonio que con sus palabras, mucho más con su vida que con sus lecciones, mucho más con su persona que con sus proyectos. Espero que sea capaz de vivir un profundo enraizamiento en Dios y un profundo arraigo en los sufrimientos de los pobres. Espero que sea capaz de conectar el alma de la Familia Vicenciana con el alma del mundo. Espero que sea capaz de expresar el sentido creativo y actual de nuestra tradición en las circunstancias contemporáneas, complejas y cambiantes. Espero que sea capaz de mirar de frente la realidad dolorosa y, al mismo tiempo, de comunicar esperanza. Espero que sea capaz de analizar los datos, a veces deprimentes, y de encontrar pautas para un futuro prometedor. Espero que sea capaz de extraer sabiduría de nuestra historia de Familia y de expresarla de un modo actualizado y concreto. Y, como San Vicente, espero que él o ella sean capaces de arrastrar a los otros a creer profunda y entusiásticamente y a hacer real esta fe mediante una caridad concreta; efectiva y práctica.
Robert P. Maloney, C.M.
Salamanca, España
9 de septiembre de 2002
Para el trabajo personal
- Indique las cinco características que intuye formarán parte del perfil del laico vicenciano del siglo XXI.2
- Si usted tuviera que impartir un curso sobre la Espiritualidad Laical Vicenciana, ¿cuáles serían los cinco puntos en los que se centraría?. Responda del modo más concreto posible.
- ¿Cómo describiría el ideal de la vida de oración diaria del laico vicenciano? Responda del modo más concreto posible.
- ¿Cómo concretamente intuye usted que, en el siglo XXI, se usarán los medios electrónicos al servicio del pobre?
Como todo lo escrito por el P. Maloney, este trabajo es sumamento concreto, acertado e iluminador.
P. Jesus Arellano cm