Barakaldo: 16 años en un piso de alquiler (P. Francisco Carballo) (In memoriam)
El P. Maestu, primer superior de la residencia de PP. Paúles en Baracaldo, escribió unas «anotaciones» sobre el origen y marcha de la Casa de la Misión en este pueblo. Seguimos sus datos, completados por una breve página del P. Marcos Rafael.
Fue el jesuita P. Obeso quien propuso a la sociedad de Altos Hornos de Vizcaya la conveniencia de encargar a los PP. Paúles los cultos de la Capilla del Carmen.
La fundación se llevó a cabo en 1925, previa la autorización papal dada por el nuncio Excmo. señor don F. Tedeschini el 2 de julio de dicho año. Era Visitador de la provincia de Madrid el P. J. Atienza y Obispo de Vitoria, Diócesis a la que pertenecía Vizcaya, el P. Zacarías Martínez. La primera Comunidad la formaron los PP. Maeztu y Marín con el Hermano Tomás Vicente.
Las dificultades puestas al funcionamiento de los cultos se debían a las condiciones previas a la construcción de la Capilla, proyectada por varios organismos, pero de hecho levantada por A. H. V., a su utilización como ayuda de parroquia, y a la difícil aclaración de los deseos de A. H. V., clero local, curia diocesana, etc. Apoyó la fundación el arcipreste local D. Santos Ipiña, capellán del Asilo Miranda. Resolvió los problemas en litigio y fijó los ministerios de la Comunidad el Obispo de Vitoria, D. Mateo Mújica, gracias, en buena parte, a la intervención del P. de las Heras, Visitador de Méjico en 1928.
Esta Comunidad atendía los cultos de la Capilla del Carmen, servía a la capellanía del Colegio de los Hermanos Lasalle, dirigía múltiples asociaciones, ayudaba a la Parroquia en la administración de los últimos sacramentos en casos urgentes y servía a las numerosas Casas de Hijas de la Caridad, tanto en las confesiones extraordinarias como en la dirección ordinaria.
Los años de la Guerra Civil los sorteó sin víctimas esta Comunidad; a partir de 1939 la fundación siguió su ritmo anterior, sin las actividades sociales características de los años anteriores a la Cruzada.
Gobernaron la comunidad desde 1925 a 1942 los PP. Maestu, Marcos R. y T. López. En 1942 es nombrado el P. Mariano Calzada, quien daría los primeros pasos para ampliar los ministerios de la Comunidad.
EL COLEGIO SAN VICENTE DEL PAÚL
Baracaldo es uno de los pueblos de más rápido desarrollo demográfico a partir de la liberación. En 1924 tenía 35.000 habitantes, y, tanto Desierto como Luchana y Burceña, se estiraban y enriquecían en una vida industrial compleja.
Las autoridades se plantearon el problema de la enseñanza. La enseñanza Primaria estaba relativamente bien atendida por las escuelas Nacionales y por los colegios de religiosos; para la profesional se estableció la Escuela de Maestría, una de las mejores de España. La enseñanza Media General no existía: D. José María Llaneza ofreció los locales de la escuela de Artes y Oficios para un colegio de Media; sus gestiones y presiones sobre el P. Visitador, Adolfo Tobar, tuvieron éxito, y a ello contribuyó el cierre del Colegio de Limpias en la primera etapa de su funcionamiento después de la Guerra de los tres años.
Los Padres Mariano Calzada y Urbano Moral estudiaron las posibilidades y presentaron a Madrid un programa a base de las promesas del Ayuntamiento; algunas son interesantes, como éstas:
a) Cesión a la Congregación del segundo piso de la Escuela de Artes y Oficios, mediante alquiler compensable por la subvención de 5 000 pesetas anuales.
b) Otorgamiento de 20 medias becas de 250 pesetas anuales, por parte del Ayuntamiento, y gestión por él mismo ante las empre¬sas para que éstas creasen un número igual o superior.
c) Dotación de menaje escolar y pago de gastos de luz, calefacción, etc.
Aceptada la fundación del Colegio y obtenido el permiso eclesiástico que dio con alborozo el P. Carmelo Ballester, Obispo de Vitoria, va llegando el equipo de profesores. El primero fue el P. Higinio Madrazo, en julio de 1944, al que siguen los PP. Benjamín Huerga, Miguel Pérez de Gracia y Fidel Martínez.
Una comisión para la puesta en marcha del Colegio atrajo la atención de los grupos sociales más característicos del pueblo y alrededores. La formaban los siguientes miembros:
Padre Superior de la Congregación, de la Misión; don Ireneo Díez, presidente de Instrucción Pública; don Francisco Ruiz, delegado local sindical, y el señor Presidente de la Cámara de Propiedad.
Por Altos Hornos de Vizcaya: Don Eloy Sagastagoitia y don Sebastián Santamaría.
Por los astilleros: Don Rodrigo Alvarez y don Agustín Pérez.
Por la «Babkoc Wilcox»: Don Honorio Rodríguez y don Felipe Palazuelos.
Y. por último, en representación de la «Eléctrica General»: Don A. Gago Sánchez y don J. Pontiaga.
En septiembre, el pleno del Ayuntamiento acordaba conceder 20 becas de 250 pesetas anuales para el Bachillerato y dos para Comer¬cio. El anuncio en la prensa provincial sirve de propaganda al Colegio, que iniciará en seguida el primer curso. El 29 del mismo mes autoriza la Alcaldía a colocar un letrero en el frontis del edificio, añadiendo: «que esté seguro y conforme a la estética».
Empiezan las clases con un profesorado que el expediente del 12 de marzo de 1945 presenta así:
Padre Mariano Calzada, al que sustituirá el Padre B. Huerga; Higinio Madrazo, Carlos de la Calle, Fidel Martínez y Miguel Pérez de García. Profesores seglares: Don Joaquín Dorado, don J. M. García Arana, don Crispiano Merchán, don José María Hidalgo y don Vicente Gómez. Colaboraban también la señorita María Belén y el Instructor don H. Salinas,
El expediente mencionado pretendía el reconocimiento del Colegió. Protegían el intento personalidades importantes en la vida política de España, entre ellas el doctor Iturmendi, don Esteban Bilbao y el Padre Ballester. El 23 de diciembre comunicaba el Padre Ballester cómo sus esfuerzos ante los ministros encontraban dificultades, la mayor era el no funcionamiento de todos los cursos del Bachillerato. El reconocimiento fue denegado; en mayo de 1945, el Padre B. Huerga intentaba obtener la autorización, también sin éxito.
El segundo expediente para el reconocimiento es cursado por el Padre Gumersindo Manzanedo, el 29 de octubre de 1946. Interesa en el asunto el P. Manzanedo a todas las fuerzas vivas, especialmente al Pudre Ballester. La Inspección informa negativamente; el Padre Manzanedo amenaza con el cierre, y, contra todo lo previsto, el Ministerio firma el reconocimiento provisional del Colegio, el 25 de marzo de 1947. Fue constituido Director Técnico don Vicente Gómez, aunque el documento oficial, por un error y trastueque de funciones, otorga el nombramiento al Padre Manzanedo, sacerdote, Doctor en Ciencias.
Con este éxito se afianza el Colegio; aún le acechan peligros oficiales. En 1953 la Inspección de Valladolid exige nuevo expediente para continuar con el reconocimiento. Una aclaración oficial contradice la decisión impulsiva del Distrito. En 1930, de nuevo, la Inspección del Distrito advierte seriamente que dadas las deficiencias en local, campos, gabinetes…, el reconocimiento superior no es posible. La amenaza es esquivada y sirve de lección para mover los proyectos de obra nueva.
También dentro de la Congregación tuvo este Colegio dificultades en el transcurso de los años. En 1954 el Consejo Provincial decidió cerrar el Colegio. Las graves dificultades que atravesaba la Comunidad para sostener el Colegio y el incumplimiento de las pro¬mesas locales dadas para buscar residencia suficiente a la Comuni¬dad y los alumnos lo justificaban. La medida no pudo ser llevada a efecto repentinamente por los intereses múltiples que hería. El 25 de enero de 1955 mantenía el Consejo su decisión. El 16 de febrero el Superior P. Manuel Gutiérrez envía a Madrid un informe amplio, documentado y acuciante en favor de la continuación del Colegio y de la construcción de locales por cuenta de la Congregación y con la ayuda de A. H. V. Mantenía el Padre Gutiérrez el principio de la inseparabilidad de la Capellanía y el Colegio. La visita del Padre Silvestre Ojea a Baracaldo hace que el Consejo cambie de opinión, y así lo comunica el Padre Visitador al señor Alcalde el 27 de febrero de 1956. La Comunidad había vivido unos meses de agonía; de aquella pesadilla nacería la decisión del nuevo Colegio.
Los libros de Secretaría permiten hacer un balance de los dieciocho años en los que el colegio utilizó los locales envejecidos y ruinosos de la Plaza. Una fachada elegante ocultaba un interior mugriento. En la planta baja, la Policía Municipal, la cárcel y un mercado; en medio, Escuelas Nacionales; arriba, el Colegio, el «chami», acosado por las chimeneas de A. H. V., por el trepidante ir y venir de los trenes, negro de humos y años, como un barco a la deriva en una tempestad.
Rigieron la Capellanía y Colegio desde 1944, los Padres B. Huerga :(1944-46), G. Manzanedo (1946-53), Emilio Gutiérrez (1953-54), Manuel Gutiérrez (1954-56), Juan Aguirre (1956-62). El cargo teórico de Directores Técnicos lo ocuparon don Vicente Gómez de 1947 a 1956, y el Padre Juan Aguirre en adelante. La secretaría fue montada por el Padre Miguel Pérez de Gracia, al que suceden los Padres L. Saiz, Mauricio Alcalde y Máximo Agustín. La dirección de las disciplina pasó por muchas manos, destacando por el número de cursos los Padres Higinio Madrazo y Zenón Irisarri.
El Padre Irisarri es quien más años permaneció de profesor en este Colegio. Destinado a Teruel recién ordenado, pasa a Baracaldo a los dos años, en 1949, y aquí residirá hasta 1961. Su actuación ha dejado hondas huellas y simpatías unánimes; sus procedimientos drásticos, dentro del amor al alumno, sus métodos, tan eficaces como expeditivos, su dedicación a la enseñanza, al alumno en clase y fuera de ella, son ejemplares. Consumió su vida en una labor incansable; simultaneando los ministerios apostólicos inmediatos con los estu¬dios universitarios y el apostolado educativo. La necesidad de títulos fue comprendida por el Padre Irisarri, y se puso a estudiar por libre Letras; para concluir su carrera sale en 1961, estudia en Sevilla, y allí empieza a manifestarse su agotamiento prematuro: un cáncer cruel precipita su muerte, ocurrida el 22 de junio de 1962, en nuestra enfermería de Madrid.
El profesorado del Colegio se compuso siempre de misioneros y seglares, ambos en constante movilidad. El libro de personal de la residencia arroja estas cifras: de 1925 a 1962 pasan por esta Comunidad 81 misioneros, 6 destinados sólo provisionalmente por unos meses; 28 por un año; 14 por dos; 31 por más de dos, sin superar los diez; más de 10 años permanecieron los Padres Oroz, Siro, Calzada y Z. Irisarri y el Hermano Eufronio Fernández, que reside en Baracaldo desde 1938.
El alumnado fue en aumento año tras año; la supresión de los estudios de Comercio cambia de signo el movimiento, que a los dos años vuelve a adquirir valores positivos cada curso más ágiles. El curso 1944 se empieza con 34 alumnos. En 1947 hay 159; en 1949, 115; en 1952, 153; en 1958, 327; en 1960, 484, y en 1962, 525. El aumento de los dos últimos cursos fue favorecido por el alquiler de tres aulas en el piso primero del mismo edificio del Colegio. De esa forma a los estudios de Bachillerato se añaden los de Primaria; un grado escolar dirigido por un maestro. No se dieron en ningún curso grados de Primaria para menores de 8 años, ni se cursó el Preuniversitario.
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Es preciso tener en cuenta la dualidad de ministerios y de vivienda para comprender la organización del Colegio en aquellos 18 años y la forma de vivir de la Comunidad. Esta tuvo que habitar durante varios años algunos departamentos del Colegio, habilitados para habitaciones de Padres; más tarde, el Padre Juan Aguirre alquilará dos pisos sucesivamente, el primero a la familia Barturen, a tiro de piedra de la Capilla, el segundo, contiguo a la residencia y cedido en arrendamiento por favor.
La Comunidad lleva los ministerios de la Capilla, Capellanía de los Hermanos Lasalle, la atención de las Hermanas por Témporas y las clases. Con frecuencia algunos misioneros participan en misiones, triduos, ejercicios espirituales y retiros. En los últimos años todos los Padres participaron en todas las actividades.
La configuración del Colegio se basaba en un reglamento de 22 artículos, incluido en el expediente de reconocimiento. El lema de aquellos tiempos parece fue la disciplina en las aulas, la eficacia en el rendimiento escolar, una piedad fundamental y formas de comportamiento elementales. Imposible pensar en técnicas pedagógicas, organizaciones para-escolares, etc. Sobrecoge el constante éxito en las pruebas de Estado, dados los escasos medios y los inmensos obstáculos de situación y ordenamiento del Centro.
El Padre Madrazo montó una capillita en el mismo Colegio, pronto desmontada pr la insuficiencia de local necesario para aulas y salones. También el Padre Madrazo dirigió personalmente la asociación de la Virgen Milagrosa, que continuó hasta el final y a la que el Padre Jerónimo Cuevas da gran impulso.
Frutos religiosos muy característicos y apetecibles son las vocaciones sacerdotales y religiosas. No escasearon en los 18 años. En la Misión y en la Diócesis de Bilbao son varios los sacerdotes que cursaron en el Colegio hasta seis años de Bachillerato; perseveran en el Seminario y en algunas Órdenes religiosas un número notable de ex alumnos nuestros.
En septiembre de 1962, con nostalgias de los sudores vertidos y con ilusión de nuevos horizontes y seguras posibilidades, el Colegio San Vicente de Paúl emprende nueva singladura. En la residencia, el Padre Juan Aguirre, último superior y director, entrega las riendas de la Capellanía al P. Sergio García. Los profesores recogen los libros de secretaría, algún crucifijo, muebles de posible utilización y, rumbo a Beurco, dan el último adiós al Chami y saludan el bello pujar del Colegio nuevo.
Francisco Carballo, C. M.
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