Misión parroquial – Puerto Cortés
Octubre es, en la Iglesia, el mes misionero por excelencia. En él se celebra el Domund, jornada de oración, sensibilización y apoyo a la misión de la Iglesia en todos los continentes. También celebramos la memoria de santa Teresita de Lisieux, el 1 de octubre, la patrona de las misiones. El papa nos invita una vez más a ser Iglesia en salida, a llevar el anuncio del evangelio a todos. Él desea una Iglesia “en estado permanente de misión”.
También en nuestra parroquia Sagrado Corazón de Jesús de Puerto Cortés vivimos con especial intensidad este mes misionero. Aprovechando el festivo de la semana morazánica, llevamos a cabo el tiempo de “comunión evangelizadora” de nuestra misión parroquial, centrada este año en las comunidades del sector ‘ciudad-tierra firme’: Nuevos Horizontes, La Esperanza, 1 de Mayo, Pueblo Nuevo, San Antonio, Palermo y Colinas del norte.
La misión tuvo el pistoletazo de salida el día de Pentecostés, cuando iniciamos en estas comunidades el tiempo de la “mirada misionera”. Previamente, el padre Ángel Echaide se había reunido con el consejo de cada comunidad local para dialogar sobre el proyecto de misión. De junio a septiembre, los primeros misioneros estuvieron visitando quincenalmente las comunidades, diseñando el plan de misión y marcándose los objetivos a lograr. Al mismo tiempo, los misioneros se fueron preparando y formando para realizar una buena labor.
El equipo misionero quedó conformado en esos meses por cerca de 30 laicos de nuestra parroquia, todos ellos con experiencia en algún ministerio o servicio: delegados de la palabra, catequistas, animadores, ministros extraordinarios de la comunión… Un gran equipo humano, desbordante de alegría evangélica, dispuesto a dejar por unos días las comodidades de su hogar para llevar a otros la alegría del evangelio.
El domingo 1 de septiembre fue un día emocionante. La parroquia celebraba el día de la “Caridad y Misión”, uniendo la fiesta de San Vicente de Paúl con el inicio del mes misionero. En la misa de las 8 am se dio a conocer el trabajo de las distintas obras y grupos sociales de la parroquia. En esa misma misa fueron enviados a misión los 30 misioneros. Algunos representantes de cada comunidad misionada los esperaban con pancartas. El mismo 1 por la tarde, celebramos las eucaristías de inicio de misión en cada una de las 7 comunidades. Allí se presentaron los misioneros enviados por la parroquia y se envió a los misioneros de la propia comunidad.
Durante los 7 días de la semana los misioneros desgastaron zapatos y sandalias, recorriendo a pie las calles de cada barrio o colonia, llamando a la puerta de todos los hogares. Tuvieron la agradable sorpresa de ser bien recibidos en la mayoría, incluso en hogares no católicos. El saludo, la paz y la oración no se niegan a nadie. Por las tardes, era el momento de la reunión con los niños, luego con los jóvenes, la comunidad eclesial y la celebración de la palabra. El número de niños y jóvenes crecía día a día conforme avanzaban las visitas y se corría la voz. La implicación y participación de los jóvenes en algunas comunidades fue muy significativa: los jóvenes hicieron visitas, acompañaron a los niños, participaron en las celebraciones, visitaron enfermos… fueron verdaderos misioneros. Y eso que las dificultades no fueron pocas: a una le mordió un perro, otros fueron perseguidos por una vaca, una joven cayó en una zanja… pero nada los pudo detener.
En el plan de la semana se incluía también la visita a enfermos por parte de los sacerdotes de la parroquia, el sacramento de la unción y la celebración penitencial. Fueron momentos gozosos y, en el sentido más literal, “graciosos”, es decir, tiempos de gracia. San Vicente estaría contento.
La etapa de “comunión evangelizadora” terminó el domingo 8 con las asambleas. Celebramos tres asambleas, agrupando las 7 comunidades misionadas por cercanía en Nuevos Horizontes, Pueblo Nuevo y San Antonio. Durante toda la mañana se sucedieron los testimonios, actuaciones de diverso tipo, compromisos, experiencias… para culminar con la acción de gracias en la mesa compartida de la eucaristía. Las comunidades se vistieron de fiesta y de alegría para festejar y agradecer por todo lo vivido en esos días.
Queda por delante el tiempo de la “fidelidad”; el trabajo de dar continuidad y perseverar en lo que hemos logrado. Las comunidades lograron con creces los objetivos que se habían trazado para este tiempo de misión. Pero, ante todo, ha sido una inyección de ánimo y espíritu evangélico para todos. Es solo un pequeño paso para lograr esa Iglesia “en permanente estado de misión” que nos pide el papa.
Iván Juarros, C.M.
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