Permanecer y Encontrarse
Entre las cosas que con más fuerza ha proclamado el Papa en las jornadas de las JMJ es en la necesidad de ser servidores de la comunión y de la cultura del encuentro. Cuando luego ha concretado un poco más estos aspectos se ha referido a dos actitudes: la voluntad de diálogo y de respeto, que nos lleva a no buscar “imponer”, aún a sabiendas de que vamos contra-corriente. Por eso no son nomas del trabajo eclesial la eficacia y el pragmatismo, sino la fidelidad a Jesús. Una frase textual: Estamos llamados por Dios, llamados a anunciar el Evangelio y a promover con valentía la cultura del encuentro. La Iglesia tiene que salir a la calle.
Estas y otras expresiones en este encuentro de “iglesia joven” han sido para mi una gran alegría y un aire de esperanza. Según todo lo que el Papa ha proclamado se puede comprender perfectamente, por ejemplo, que a los grupos que nos reunimos en misión les llamemos Grupos de Encuentro, habiendo dejado de lado otras expresiones utilizadas como: Asambleas cristianas, Comunidades de caridad, Gruppi d’ascolto, etc. Y hay que reconocer que, de hecho, estos grupos son una manera bien hermosa de juntarse personas dispares para dialogar poniendo en común su visión de valores humanos y de fe sin tratar de “imponer”.
Oyendo las radios y leyendo los periódicos se decían cosas como estas (caricaturizo un algo): “Para soltar tonterías, mejor es quedarse en casa”, buen comunicador, populismo barato, le hacía falta a la Iglesia este baño de masas, necesitaba el Papa el respaldo de multitudes…
En todos estos comentarios se ignoraba una cosa: Desde quien nos inventó, Jesús, el reino de los cielos es como un grano de mostaza; el reino de los cielos exige violencia y dichosos quienes anuncian la Buena Nueva a los pobres; el reino de los cielos es un tesoro oculto que no todos descubren, etc. etc. Por encima de cualquier conquista o triunfo externo hay una inquietud sembrada por Dios mismo (el reino también está dentro) que es necesario descubrir, aceptar, vivir y proclamar. Y la fuerza de nuestra llamada no viene de nosotros, que llevamos el mensaje en vasijas de barro, sino de Dios. No se trata de arrastrar masas ni de ser buenos comunicadores. Se trata de proclamar desde dentro y con convencimiento, porque Jesús quema y clama como voz en el desierto dentro de nosotros con un gran amor a todos, pero en especial a los pobres.
En estas verdades hondas de fe es en las que se basa el encuentro (los encuentros) que vamos a revivir estos días un “granito de mostaza de personas” que nos reuniremos en Albacete. Y al hacerlo nos alegramos que el Papa haya repetido una y otra vez: “No tengáis miedo”; “cultivad la esperanza”.
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