Carta de Adviento 2020 del Superior General de la C.M. y las HH.C.
Carta de Adviento – 2020
El rostro de Jesús: el rostro de Dios
y de toda la humanidad
Queridos cohermanos,
¡La gracia y la paz de Jesús estén siempre con nosotros!
El año 2020, marcado por tanto sufrimiento, angustia y miedo y el pronóstico de un enorme aumento de la pobreza en el mundo, principalmente a causa del COVID-19, toca a su fin. El horizonte del nuevo año 2021 se abre ante nosotros.
En la actual situación de angustia, como en todos los momentos de nuestra vida que están acompañados de sufrimientos en diferentes grados de intensidad, hay Alguien que vive en nosotros, cuyo Espíritu llega a cada rincón de nuestro ser. Él siempre está con nosotros, allí donde vayamos, hagamos lo que hagamos, en cada segundo de la jornada, esperando manifestarse cuando le dejamos hacer. Siempre está dispuesto a darnos la esperanza allí donde no hay esperanza, la paz allí donde no hay paz, sentido allí donde no hay sentido, una fe renovada allí donde nuestra fe se ha tambaleado, el amor allí donde el odio se apodera de nosotros. Su nombre es Jesús.
Sabemos que la persona de Jesús está en el corazón de la identidad de Vicente de Paúl como místico de la Caridad, en el corazón de la espiritualidad y del carisma vicenciano. Jesús es nuestra razón de ser y la persona cuya manera de pensar, de sentir, de hablar y de actuar se convierte en nuestro objetivo en la vida, por lo tanto, su cercanía a los que sufren es el modelo de vida de Vicente y de aquellos que le siguen. No desviándose nunca de las situaciones de sufrimiento ni de aquellos que han sido heridos, Vicente vio a Jesús en los pobres y a los pobres en Jesús:
«No hemos de considerar a un pobre campesino o a una pobre mujer según su aspecto exterior, ni según la impresión de su espíritu, dado que con frecuencia no tienen ni la figura ni el espíritu de las personas educadas, pues son vulgares y groseros. Pero dadle la vuelta a la medalla y veréis con las luces de la fe que son ésos los que nos representan al Hijo de Dios, que quiso ser pobre… ¡Dios mío! ¡Qué hermoso sería ver a los pobres, considerándolos en Dios y en el aprecio en que los tuvo Jesucristo! ».
Para ayudarnos a profundizar en la presencia de Jesús en quien está desfigurado, este Adviento quisiera proponer una meditación sobre el icono del Salvador de Zvenigorod a partir de las reflexiones del Padre Henri Nouwen. Andrei Rublev creó el icono, que también es llamado «El Artesano de paz», en la Rusia del siglo XV. El icono se había perdido, pero fue encontrado en 1918 en una granja, cerca de la catedral de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María en la ciudad de Zvenigorod, en Rusia. Su encanto original y la perfección detallada del trabajo del autor se han perdido; de hecho, fue encontrado en un estado de deterioro muy importante, dañado y en ruinas.
Henri Nouwen, en su meditación sobre el icono, evoca el estado terrible en el que fue encontrado.
«Cuando vi el icono por primera vez, tuve claramente el sentimiento de que el rostro de Cristo aparecía en medio de un gran caos. Un rostro triste pero siempre hermoso nos mira a través de las ruinas del mundo… Para mí, este santo rostro expresa la profundidad de la inmensa compasión de Dios en el corazón de nuestro mundo cada vez más violento. A lo largo de muchos siglos de destrucción y de guerra, el rostro del Verbo encarnado ha hablado de la misericordia de Dios, nos ha recordado la imagen a partir de la cual nosotros hemos sido creados y nos ha llamado a la con- versión. En efecto, es el rostro del Artesano de paz».
Es precisamente el estado actual del icono del Salvador de Zvenigorod, el rostro estropeado y desfigurado de Jesús, el que yo quisiera proponer para la meditación de Adviento de este año. Adjunto la imagen del icono, que les invito a poner ante ustedes como medio de entrar más profundamente en la reflexión y la contemplación. (…)
DESCARGA LA AQUÍ LA CARTA:
Comentarios recientes