Comunidad de La Sabana, Puerto Cortés (Honduras)
El municipio de Puerto Cortés esconde lugares de una singular belleza. Uno de ellos es La Sabana, una pequeña comunidad del sector mar a la que solo se puede llegar en lancha, pues no hay caminos o carreteras que la comuniquen con la ciudad. La comunidad se encuentra situada en la franja de tierra que existe entre los ríos Chamelecón y Ulúa, dos de los ríos más caudalosos del país; concretamente, junto a un brazo del Chamelecón. Es una zona de humedal que se alimenta con agua de lluvia y está conectada con el río Chamelecón, pero habitualmente el agua del río no penetra en esta parte, lo que hace que el agua se mantenga limpia y ajena a la contaminación del río. Allí viven cerca de 40 familias, dedicadas a la agricultura, la ganadería y la pesca. Viven fundamentalmente de los productos de la tierra. Las casas están situadas junto al agua, y se desplazan de una parte a otra de la aldea en cayuco. Desde pequeños los niños se manejan en el agua como peces, y aprenden rápido a mantener el equilibrio y remar en los cayucos.
Es un lugar hermoso para visitar, y tranquilo para vivir, pero también es zona vulnerable en caso de tormentas e inundaciones. El desbordamiento de los ríos Ulúa y Chamelecón como efecto de las tormentas Eta y Iota provocó que las casas y todos los terrenos de la aldea quedaran totalmente anegadas por el agua. La situación fue difícil cuando subió el agua. La carretera que comunica el río con la ciudad quedó destruida en varias partes, el muelle donde arriban las lanchas quedó inservible, y la única comunicación posible era por el mar, opción no exenta de riesgos por la bravura del mismo y, en ocasiones, inviable por los vientos y las mareas. Las inundaciones superaron todas las expectativas, ni siquiera en el recordado huracán Mitch de 1998 el agua llegó a los niveles de estos días. Los que pudieron y tuvieron ocasión dejaron la aldea para ir a casa de familiares. Otros se desplazaron a un pequeño cerro, el cerro del Tigre, donde esperaron, durante varios días, en tiendas de campaña improvisadas, a que bajara el nivel del agua para poder regresar a sus casas. En algún momento, la municipalidad tuvo que llevarles agua y víveres en helicóptero. La misma situación se repitió con los dos huracanes.
Cuando pudieron volver a sus casas, tuvieron que enfrentarse a la difícil tarea de reconstruir. El agua, el lodo y el viento habían dañado campos de cultivo, casas y pertenencias personales. Actualmente se necesitan colchones, ayuda en alimentación, agua, medicinas y semillas para volver a sembrar. Asimismo, la escuela perdió todo su material didáctico y mobiliario.
La comunidad vivió esta situación con mucha angustia y zozobra, pero ya están trabajando duro en la reconstrucción.
Iván Juarros, C.M.
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